En el documental "Journay to Banana Land" (1950) se introduce al espectador en las características geográficas de la zona de explotación bananera, destacando los contrastes culturales y la presencia norteamericana a partir del comercio. "Los norteamericanos pueden venir a hacer negocios aquí y en las tiendas hay productos norteamericanos" cuenta el narrador. Las imágenes van formando un relato etnográfico, donde un obsrvador lejano describe acuiciosamente las características visibles del otro centroamericano, constrastando así identidades culturales y los niveles de progreso de ambas sociedades. Produciendo este tipo de documentos, los estadounidenses están llenando "vacíos de conocimiento" [1] sobre estas regiones, justificando así la presencia de los Estados Unidos como productor de conocimiento y desarrollo económico que tiene la misión de sacar a Centroamérica del desconocimiento y documentar las particularidades de su existencia, todo esto, de manera "desinteresada" [2]
En este caso, el soporte audiovisual del discurso, crea la impresión de estar frente a un relato objetivo e imparcial -casi científico- de la realidad que se expone. El hecho de rodar imágenes directas de la realidad, sin que -supuestamente- intervenga la intención creativa del documentalista, crea la ilusión audiovisual de la imparcialidad, sin explicitar el carácter representacional del discurso cinematográfico. Tras éste, sin embargo, existe toda una trama recreada y re-presentada intencionalmente que apuntan a la creación de un relato propagandístico con barniz objetivo...¿Por no aparecen en escena las condiciones laborales de las plantaciones descritas por Carlos Fallas en Mamita Yunai? Porque tras ambos relatos -el cinematográfico y el literario- existen distintas intencionalidades y motivaciones.
De esta forma, es posible entender que en la medida que se extiende el interés económico, simultáneamente se va generando un interés de tipo cultural. Se construye una verdadera geografía del poder legitimada mediante la cultura, en cuanto "la comunidad mercantil ya sabía que ese modo de proceder, esa forma de construcción del imperio informal (la apropiación violenta), estaba condenada al fracaso [3] siendo necesario una incorporación intelectual de los nuevos territorios al universo cultural y social norteamericano. Es decir, es necesario legitimar y hegemonizar su discurso, su propia interpretación de las relaciones de poder con los países, en conciliación con su propio mito de fundación interno de la libertad y la soberanía, cuya conjugación más eficiente fue la conformación de una hegemonía cultural e intelectual sobre la representación del otro latinoamericano como un sujeto por civilizar.
[1] Ricardo Salvatore, Imágenes de un imperio. Estados Unidos y las formas de representación de América Latina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2006, p. 9
[2] Ernest R. May, “El destino de Estados Unidos en el siglo XX” Daniel J. Boorstin (dirección), Estados Unidos, Historia de las Civilizaciones 12, Madrid, Alianza Editorial/ Labor, 1989, p.483
[3] Ricardo Salvatore, Op.Cit., p.94
[4]Ernest R. May, Ibid., p.474
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